El martes pasado, 19 de julio, fuimos convocados un grupo de ciudadanos y asociaciones a una primera sesión de trabajo para discutir las que entendíamos que eran las prioridades medioambientales del municipio. La sesión formaba parte del proceso de redacción de un informe para el desarrollo de la Agenda 21 localque la empresa Ibermad elabora para el Ayuntamiento de Tarifa.Las Agendas 21 locales se inscriben en el Programa 21de la ONU y son un instrumento para que los municipios prioricen sus necesidades mediambientales. Es preceptivo que el proceso de elaboración sea participativo, subrayándose esta condición: los ciudadanos deben ser parte activa en la identificación y priorización de los objetivos medioambientales, marcando así el Plan de Acción Local medioambiental a los ayuntamientos.Esa era la razón por la que fuimos convocados. Sin embargo la sesión difícilmente hubiera podido resultar más decepcionante. A lo largo de la misma fue asentándose la sensación entre los presentes de que asistíamos a poco más que un paripé para cubrir el expediente de la participación. Algunos síntomas que avalan esa sensación:

Deficiente presentación. La presentación tanto del programa Agenda 21 como del proceso en el que se nos pedía participar fue vaga, llena de inconcreciones, inexactitudes y aparente desconocimiento de los detalles. No puedes describir un rábano señalando las hojas. Expresiones como ‘esto viene de Europa’, ‘sirve para conseguir subvenciones’ o ‘lo entenderéis más tarde’ sin detallar qué instituciones concretas lo promueven, a qué fondos nos dará acceso su elaboración o qué seguimiento se va a realizar sobre el cumplimiento de las propuestas que recoja no contribuye a generar confianza en un proceso en el que se nos pide ayuda desinteresada. De hecho, que la intervención de las técnicas del Ayuntamiento (gracias, Carmen y Macu) resultase más esclarecedora que la de los profesionales enviados por Ibermad dice poco de la calidad de su trabajo. Lamento tener que decirlo porque detesto echar tierra sobre el trabajo de los demás, pero esa fue la percepción generalizada.

Participar es algo más. La participación ciudadana se define como /pilar fundamental/ en la redacción de estas agendas medioambientales. Para que sea real debe estar presente en todas las fases: diagnóstico, análisis y seguimiento. Pero lo cierto es que se nos invita cuando la fase de diagnóstico está ya casi terminada. A pesar de que ya existen documentos de diagnóstico bastante avanzados éstos sólo nos llegan, y por accidente, la misma mañana de la reunión. Varios cientos de páginas. No sólo no hemos participado hasta ahora, sino que no conocemos el trabajo previo.

Ahora viene el /cómo/. Se nos pide que escribamos en tarjetas el nombre de los problemas o propuestas que creemos prioritarios. Los técnicos los agrupan en columnas. Se nos reparten tres etiquetas que podemos pegar en las columnas que nos parecen más acertadas. Títulos, columnas, votos. Ninguna posibilidad de desarrollo de los temas, ninguna transversalidad, ningún diálogo ni consenso. Resumiendo, un procedimiento que nos relegaba casi al autismo.

No es raro que al final de la primera fase buena parte de los presentes se marchasen bastante contrariados.

Más aún: el documento final debe estar aprobado la primera semana de agosto. ¿Qué clase de proceso participativo se resuelve en dos tardes y a toda prisa?

Convidados de piedra municipales. Acudían en representación del Ayuntamiento la concejala de vivienda y asuntos sociales, Teresa Vaca, y el de medio ambiente, José Antonio Santos. Este equipo de gobierno hereda la iniciativa del anterior, así que poca responsabilidad tenían en el desarrollo del proceso. Sin embargo hubiese sido de agradecer que aclarasen el grado de compromiso que asumían con el documento que resultase, teniendo en cuenta que varios de los presentes estaban expresando sus dudas sobre ese particular.

De hecho el concejal de medio ambiente abandonó pronto la sala sin haber llegado a intervenir.

Algunas críticas que no comparto. Como comenté poco más arriba algunos de los asistentes dejaron clara su oposición al procedimiento elegido para dar cauce a la participación, y algunos otros a casi todo el proceso. Comparto algunas de esas críticas (las que recojo aquí y algunas más) pero no estas otras.

  • El informe no debería haberse encargado a una empresa privada, sino que deberían haberlo realizado técnicos municipales. Sin duda resultaría más barato, pero no me parece mal que un trabajo especializado como este se encargue a una empresa especializada. Simplemente por cuestión de eficacia. Lo lamentable no es que lo haga una empresa, sino que lo haga mal.
  • Toda subvención es sospechosa. Todo lo contrario: el sistema de subvenciones es imprescindible para que se desarrollen actividades que la lógica empresarial y de mercado desdeñan. Sin ellas sería imposible desarrollar algunas actuaciones de innegable valor y repercusión en la ciudadanía pero escasa rentabilidad económica. Por otra parte son un instrumento eficaz para poner en marcha políticas de calado social que difícilmente podrían pagar instituciones públicas de economía precaria, como nuestro Ayuntamiento. Un instrumento que facilite conseguir financiación pública externa para proyectos medioambientales, como la Agenda 21, me parece una oportunidad que no se debe perder. Lo lamentable, de nuevo, es que se haga mal.
  • No debemos participar en este paripé. Es una postura perfectamente válida que yo hubiese seguido en otro tiempo, pero no ahora. Se puede ser crítico y denunciar el mal desarrollo de la Agenda sin renunciar a influir en su resultado. El procedimiento seguirá con o sin nosotros. Muchos decidimos quedarnos a pesar del mal cariz de la cosa porque pensamos que a pesar del tufo a puesta en escena sólo el abandono de todos (o casi) los presentes, serviría de algo. Eso prácticamente nunca ocurre.

En cambio desde dentro tenemos una oportunidad que creo más eficaz: el documento que resulte de la incorporación de, digamos, nuestras propuestas, deberá ser aprobado en una próxima sesión. También habrá que estar ahí, y será el momento de decidir si se vota en contra por todo lo dicho hasta ahora. Me parece una táctica más eficaz que marcharnos como si simplemente no hubiésemos acudido a la convocatoria.

Episodio 2

Si el primer foro Agenda 21 Local fue decepcionante, el segundo fue un paso más allá. El anterior delataba un procedimiento insuficiente, autista, poco representativo y mal ejecutado. Pero al menos la manipulación y la prepotencia no habían hecho aparición todavía.

Describiré el acto para quienes no hayan estado presentes, disculpadme si me extiendo:

En el orden del día figuraban la presentación de un resumen del Diagnóstico Medioambiental Municipal, turno de preguntas y aprobación del documento. En la mesa, a los dos técnicos presentes en la primera sesión se les unió un responsable de la empresa consultora Ibermad (lo siento, no recuerdo su nombre ni su cargo, imagino que aparecerá en el acta cuando la publiquen).

Tras una introducción en la que se nos explica (por fin) qué es la Agenda 21 Local y en qué marco se inscribe, se procede a presentar la síntesis del documento cuyo texto completo puede consultarse en tarifamedioambiente.es. En un momento determinado empieza a hacerse patente que nuestras propuestas de la sesión anterior no figuran. Deberían estar, puesto que la participación ciuadana es preceptiva en todas las fases del proceso, incluyendo la de disgnóstico.

En la convocatoria se menciona expresamente que los asistentes podrán hacer sugerencias al documento. Algunos deciden hacerlo durante la presentación y quien ejercía de moderador lo permite, si bien señalando que sería mejor dejarlas para el final. La actitud del moderador empieza a ser un tanto chocante, restando importancia sistemáticamente a las sugerencias, propuestas o críticas de los asistentes. Insisto en lo de sistemáticamente: en todos los casos desestimó las aportaciones o correcciones de los presentes alegando que su estudo se basaba en la interpretación de los datos públicos disponibles, incluso cuando reconoce que esos datos puedan ser insuficientes y que no han recogido datos propios cuando esa insuficiencia ha sido manifiesta.

Otros asistentes detectan esa actitud. Las críticas y sugerencias al documento aumentan hasta que el moderador corta las intervenciones del público. Concluye la presentación sin más interrupciones y, a pesar de que el orden del día (proyectado en pantalla a los ojos de todos) indica que se abre el turno de preguntas, pasamos al último punto: ‘¿Alguien se opone a la aprobación del documento?’

Algunos levantamos la mano, en mi caso al menos más para pedir la palabra que para votar. Pido que se nos permita al menos argumentar el voto, pero el moderador me interrumpe: ‘Cinco en contra. Somos 32. Entiendo que hemos aprobado el Diagnóstico.»

Momento de quitarse las caretas. En un escenario de consenso evidente no vería problemas en aprobar así una propuesta, pero aquel distaba de ser el contexto. Nadie que estuviera presente lo negará. Las protestas obligan a abrir de nuevo turno de preguntas y finalmente a repetir la votación, esta vez contando votos positivos, negativos y abstenciones. 8 noes, 8 síes y el resto abstenciones. El documento ni se aprueba ni se rechaza.

Nueva ronda de intervenciones, bastante monopolizada por el moderador, y nueva votación: empate a 11. El documento sigue bloqueado.

Nerviosismo en la mesa, consulta de papeles…

Entonces el moderador propone, para desbloquear el empate, que nos identifiquemos quienes acudimos en representación de colectivos ‘sin indicar qué hemos votado cada uno’. No sé para qué serviría, todas las votaciones han sido a mano alzada y no somos tantos. Nos convoca entonces a votar por escrito. Pido que nos explique antes cuál va a ser el procedimiento de voto, ya que parece irregular que se nos conceda más importancia a unos que a otros, y puesto que algunas asociaciones acuden con más representación que otras.

Algunos de los que se han abstenido piden cambiar el sentido de su voto. Último turno de preguntas de 10 minutos (consumidos mayoritariamente por el moderador) y última votación en la que se aprueba el Diagnóstico por dos o tres votos de diferencia.

Se levanta la sesión.

Mi interpretación de lo sucedido

Las Agendas 21 Locales surgen con la indicación expresa de ser procesos ‘de abajo a arriba’, centrados en la participación ciudadana, como complemento a las Agendas 21 a secas, que se configuran ‘de arriba a abajo’, por iniciativa de los gobiernos.

De esa manera se pretende no sólo generar un documento, el Plan de Acción Mediambiental, sino promover una mayor conciencia mediambiental mediante la implicación de la ciudadanía en la redación y debate de dicho Plan.

En la práctica se han convertido a menudo en procesos tecnocráticos en los que la participación es sólo cosmética, como en el caso de Tarifa. No puede considerarse verdaderamente participativo un proceso en el que los ciudadanos sólo podemos proponer epígrafes y votar cuánto nos preocupa cada uno sin tener ocasión de desarrollarlos ni de argumentarlos. No se ve la aportación ciudadana en un documento que no recoge ni siquiera esos insuficientes epígrafes (no al menos en la versión que recoge su web, única de la que disponemos). Y no podemos ni esperar un cambio en el futuro del proceso cuando la actitud del moderador es percibida como manipuladora y autosuficiente, más preocupado por aprobar rápido y como sea un documento de diagnóstico que como mínimo despierta bastantes dudas entre la mayor parte de los presentes.

Como muestra de hasta qué punto la burocracia y la externalización han lastrado las Agendas 21 Locales puede consultarse el capítulo Estado de la cuestión en el artículo Programa 21 de Wikipedia.

Podemos detectar varios de los defectos de aplicación descritos en el artículo: vinculación a auditorías externas, retraso en la implementación, simulacros de participación, procedimientos ineficaces. Sin embargo en cuanto a los requisitos: búsqueda de un consenso local, fortalecimiento de las organizaciones no gubernamentales, implicación expresa de la mujer, la infancia y la juventud, no vemos ninguno en el mínimo grado exigible.

Debemos preocuparnos pues por cuál vaya a ser el resultado de este trabajo, tanto si sale adelante como si no.

¿Cuál sería la consecuencia de no haber aprobado el Diagnóstico Medioambiental?

Esa pregunta se formuló en el segundo foro y la respuesta fue: ‘Tenéis un problema’. Pérdida de subvenciones, oportunidad perdida para desarrollar programas medioambientales, etc. Pero mi interpretación es otra. Quienes tendrían un problema serían los consultores, no nosotros. Para empezar hubiesen tenido que modificar el documento incorporando claramente nuestras aportaciones para someterlo de nuevo a aprobación como tarde el lunes 1 de agosto. De no hacerlo, de no obtener nuestra aprobación, habría que preguntarse qué consecuencias hubiese acarreado para la consultora Ibermad. Tal vez la respuesta explicaría también el empeño en aprobarlo esa noche.

En cualquier caso hasta la hora no hemos recibido lo que se les encargó. La aprobación del diagnóstico permite pasar a la siguiente fase. Esperamos que se subsanen los graves errores relacionados con los procedimientos de participación.

Desde luego estaremos atentos al desarrollo del proyecto.

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