Categoría: Arte y cultura
Arte, artistas, cultura

En el 2000 tuve acceso por primera vez a un ordenador. Acceso en el sentido de poder disponer de él el tiempo suficiente para aprender a sacarle partido. Desde el primer momento, mi principal objetivo fue destinarlo a la creación de imágenes. En estos 20 años largos he generado un buen montón de ellas, algunas de las cuales se han expuesto en centros de arte, museos y salas en muestras dedicadas total o parcialmente al arte digital. Rara vez he hecho dinero con ellas.
Así que la aparición de los NFT asociados al arte digital debería haberme parecido una buena idea: la posibilidad de certificar la autoría y de obtener algún ingreso a cambio de algo que, hasta ahora, no había encontrado un mercado sostenible estaba llamando la atención de muchos autores. Pero por otro lado yo tenía una opinión formada contra las criptomonedas y el blockchain que me inclinaba a obrar con cautela.

Resulta difícil describir la obra de Anselm Kiefer, incluso a través de imágenes. La escala, los materiales, su fragilidad y potencia pierden al traducirla a cualquier otro medio: más cuando yo mismo hace tiempo que no he visitado ninguna exposición suya (ocurre con más artistas que he comentado, pero en ningún caso anterior me parece de la misma relevancia). Posiblemente el vídeo dé una idea más aproximada de la experiencia real que la fotografía, así que trataré de ofrecer suficientes ejemplos filmados.
A Torres se le conoce entre otras razones por ser pionero en campos como la instalación multimedia, integrando objetos, escultura y vídeo a finales de los 70 y principios de los 80. Probablemente los libros de texto o divulgación subrayarán ese dato cuando se refieran a él, pero será una descripción muy incompleta. Muchos artistas se afanan toda su vida por desarrollar un lenguaje propio (un estilo, los menos ambiciosos). Torres es poseedor de algo más raro y valioso: una mirada y un criterio muy marcados, con los que cuestiona la sociedad contemporánea.
Por muchas razones, Elena Asins (1940-2015) era una rara avis en la escena artística española. Alumna de Oteiza, cercana en lo formal a artistas como Palazuelo y en lo procedimental a otros como Vera Molnar o Donald Judd, formó parte de aquel grupo de artistas que en los 60 colaboró con el Centro de Cálculo de la Universidad de Madrid para incorporar técnicas digitales en la concepción y ejecución de sus trabajos. Aunque no llegó a producir obra durante aquella experiencia, Asins relata cómo el conocimiento de la computación la ayudó a despojar su mente de lo accesorio, incorporando los procesos algorítmicos y procedimientos como la variación y la iteración al diseño de sus piezas.
El arte es una cosa. El mercado del arte, otra. Cada vez que surge el tema del precio de determinadas obras, me salgo por la tangente excusando que de arte sé algo, del mercado del arte no. No es exactamente cierto, pero son temas tan dispares que prefiero no entrar en el segundo cuando lo que realmente me interesa es el primero. Pero hay un par de anécdotas que ilustran la cambiante relación entre arte y dinero que quiero contar.
Una coincidencia curiosa que concierne a la artista plástica Vera Molnár (Budapest, 1924) es que comparte nombre con la actriz Vera Molnar (Frankfurt, 1923). Así que probablemente en algún momento no muy lejano alguien compondrá un meme en el que Molnar combine ambas actividades (el glamour del star system alemán y el rigor de la composición geométrica) y acabaremos creando un mito tan falso como interesante que rivalice con el de que Hedy Lamarr inventó el WiFi.

Julie Mehretu es una pintora estadounidense nacida en Etiopía en 1970. Su obra es principalmente abstracta aunque pueden encontrarse referencias figurativas. Es una pintura compleja, compuesta por capas de gestos, formas poligonales, restos de imágenes a medio borrar o apenas dibujadas.
Ya que estamos con las series documentales sobre arte, otra que hay que ver es esta. John Berger, a quien posiblemente conozcáis como escritor, la dirigió hace 40 años para la BBC. No es el típico relato cronológico basado en las grandes obras de los grandes artistas, sino una reflexión crítica sobre cuatro aspectos de nuestra forma de ver las cosas que han sido fuertemente influidos por la tradición pictórica occidental.
Andaba pensando que ya ha pasado el momento de sumarme a los homenajes a Bowie que se han sucedido estos días, pero la verdad: que todo el mundo haya hecho ya su lista, artículo, desfile o lo que sea por su muerte no me parece razón suficiente para no presentar mis respetos, sobre todo teniendo en cuenta que he tenido su música bien cerca desde que era un crío.
Encuentro en BrowserBased una conferencia de Davide Fornari sobre el Gruppo T, un equipo de artistas italianos que a mediados del SXX experimentaban con algunos de los conceptos que hoy nos resultan familiares gracias al arte digital: interactividad, obras time based, arte programado…
Dos noticias sobre autoría en la era digital: Richard Prince la lía con una exposición de imágenes tomadas de Instagram. Cuando digo tomadas quiero decir seleccionadas de entre…
Sigo desde hace algún tiempo el perfil de Facebook del artista Francesc Torres, perfil que usa para plantear reflexiones, compartir hallazgos y pensar en voz alta (no tanto para la autopromoción, como demasiados otros).
Hace unos días alertó sobre la publicación de un texto de Avelina Lésper como ‘aportación a Podemos’. La duda era si el texto había sido aprobado en algún círculo y si en algún grado reflejaba algo parecido a una postura oficial de Podemos con respecto a la cultura y el arte.
Lésper se ha hecho popular como azote del arte contemporáneo, al que acusa de manera bastante indiscriminada de ser una estafa, metiendo en el mismo saco a especuladores, críticos, artistas, coleccionistas, políticos… Nada nuevo en realidad, un nuevo episodio de pompierismo internacional. La formulación de su ‘manifiesto Podemos’ recoge bien la línea de sus posiciones habituales, al menos hasta donde la he leído, que tampoco ha sido en extenso. Fundamentalmente compone una propuesta superficial y ambigua que mezcla aspectos en los que es fácil estar de acuerdo (la denuncia de la utilización del arte como valor especulativo fácilmente manipulable) con otros claramente reaccionarios, caprichosos y dirigistas.
El análisis de Torres sobre el mencionado manifiesto la desenmascara bien, y la discusión generada por su respuesta tiene interés propio. Pero lo que me ha llamado la atención es la parte que se centra en el funcionamiento de los círculos Podemos.
The Art Newpaper republica una antigua entrevista con Marcel Duchamp grabada para la televisión belga en 1966, dos años antes de su muerte. La entrevista, aunque breve, trata algunos elementos clave de su obra: la crítica a la pintura, los ready-mades, el acceso a su obra, su conexión con el Pop Art, la importancia del juego… Como de costumbre, sus reflexiones resultan inspiradoras y vigentes.
Ayer, como cada 5 de noviembre desde hace treinta y tantos años, felicitamos a mi padre su cumpleaños con libros. No recuerdo haberle regalado nunca otra cosa (miento, y material de dibujo, pero siempre acompañado de algún libro).
El primero que le regalamos nos costó a mi hermana y a mí nuestras pagas de dos semanas. El Rizo, de Robert Littell, una novela de espías típica de la guerra fría. No creáis que fue una compra tan informada, con 8 o 9 años que tendríamos. Lo busqué ayer en la casa de mis padres con los datos que recordaba: Colección Reno de Plaza y Janés, lomo rojo y el título. No es que él fuera entonces ni haya sido luego muy aficionado a las tramas monótonamente enrevesadas del género, y en cualquier caso poco sabíamos nosotros de sus gustos literarios. A mí me sacaban de El Club de los Cinco y me perdía, la verdad. No. Lo elegimos porque en la portada aparecían una hoz y un martillo cruzados, y a nuestro padre ‘le gustaba eso de la política’. D. José María Ginel, maestro y librero, que había sido previamente informado de nuestro propósito y presupuesto, aprobó la elección: ‘Este le va a gustar’.
Este es el primer verano en varios años que dedico al dolce far’ niente. No en exclusiva, como he ido contando, pero en principal medida.
Una de las actividades en las que más empeño gratuito he puesto (además de la playa, Pablo y los amigos) ha sido recuperar algunas de las películas que, por haber sido pasto de los hongos, acabaron el año pasado en el contenedor de plásticos. Más de 400 títulos en VHS devorados con el mismo inquebrantable tesón con el que fueron adquiridos; unos comprados, otros regalados, la mayor parte grabados a altas horas de la madrugada cuando aún era posible encontrar en la tele películas de Godard, Resnais, Wenders, Lynch, Kaurismaki… o de Robert Mulligan, John Ford, Jacques Tourneur, Orson Welles…
Entre las variopintas aportaciones a un -en general- decepcionante tocho promovido por el Ministerio de Cultura y titulado Ideas y propuestas para el arte en España encontramos este…