Mi abuelo, cuando yo era un crío, compraba el ABC. Después de leerlo lo cortaba en tiras sorprendentemente regulares que pinchaba en una alcayata del retrete. Ni sé las veces que me habré limpiado el culo con el ABC.

Pues esto viene a que hay días, como el de hoy, en el que no se me ocurre un mejor uso para ese papel, para dignificarlo.