Sigo desde hace algún tiempo el perfil de Facebook del artista Francesc Torres, perfil que usa para plantear reflexiones, compartir hallazgos y pensar en voz alta (no tanto para la autopromoción, como demasiados otros).

Hace unos días alertó sobre la publicación de un texto de Avelina Lésper como ‘aportación a Podemos’. La duda era si el texto había sido aprobado en algún círculo y si en algún grado reflejaba algo parecido a una postura oficial de Podemos con respecto a la cultura y el arte.

Lésper se ha hecho popular como azote del arte contemporáneo, al que acusa de manera bastante indiscriminada de ser una estafa, metiendo en el mismo saco a especuladores, críticos, artistas, coleccionistas, políticos… Nada nuevo en realidad, un nuevo episodio de pompierismo internacional. La formulación de su ‘manifiesto Podemos’ recoge bien la línea de sus posiciones habituales, al menos hasta donde la he leído, que tampoco ha sido en extenso. Fundamentalmente compone una propuesta superficial y ambigua que mezcla aspectos en los que es fácil estar de acuerdo (la denuncia de la utilización del arte como valor especulativo fácilmente manipulable) con otros claramente reaccionarios, caprichosos y dirigistas.

El análisis de Torres sobre el mencionado manifiesto la desenmascara bien, y la discusión generada por su respuesta tiene interés propio. Pero lo que me ha llamado la atención es la parte que se centra en el funcionamiento de los círculos Podemos.

Desde el primer momento me pareció, como a otros participantes en la discusión, que la crítica mejicana había actuado por propia iniciativa, apropiándose en cierto modo de la etiqueta Podemos, y que el texto no debería considerarse como postura oficial puesto que no parecía haber sido debatido ni apoyado en ningún círculo. Lo sorprendente es que sí, que ha aparecido un portavoz de un círculo que reivindica las posturas de doña Avelina y carga ferozmente contra los críticos al manifiesto. Por la propia dinámica y naturaleza de los círculos resulta tan difícil definir como postura oficial de Podemos el citado manifiesto, como descartar que lo sea.

Esa indefinición es una baza que hasta ahora ha jugado a favor de Podemos, pero antes o después van a tener que gestionar las múltiples contradicciones que van a aparecer. Aplazar toda respuesta hasta el otoño sólo alimentará el número y la gravedad de esas contradicciones. Sin embargo veo difícil que quieran descartar esa jugada. Según el último sondeo electoral la formación que lidera Pablo Iglesias ha encontrado el santo grial electoral: que cada votante la considere afín a su postura ideológica dentro de una amplia horquilla. Es decir, que los votantes más a la izquierda izquierda la consideran más a la izquierda y los más al centro la consideran más al centro.

Podemos ha atraído las simpatías de muchos, pero va llegando el momento de definirse más allá de generalidades. Torres ha recordado el término inglés truism, que ha sido importado al español como truismo: una afirmación que es cierta a grandes rasgos y con la que es fácil estar de acuerdo, pero que sin mayor definición no es más que aire caliente. Con todo el ánimo constructivo del mundo creo que hay que empezar a reclamar a esta formación política que deje de refugiarse en sus temas fetiche y empiece a definir, con toda la horizontalidad que les parezca oportuno pero sin utilizarla como coartada, en qué dirección va a ir su programa. Porque en algún momento tendremos que saber en qué estamos de acuerdo y en qué no.

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